Renovarse o morir

 La audacia burla los cálculos que la preceden; un movimiento inesperado rompe el patrón de la predicción, que se basa en el escenario con mayor probabilidad de tener lugar; el movimiento audaz abre, de hecho, un nuevo campo de juego en el que la desviación típica es distinta a la que de inicio se esperaba; se abren nuevas posibilidades: para meter gol hay que tirar a puerta. 

La consciencia está íntimamente ligada al concepto del tiempo, como durabilidad de las cosas sujetas a mudanza. 

Es necesaria la consciencia, al menos cierto nivel, para advertir el paso del tiempo y sus efectos. 

Es la durabilidad lo que produce desasosiego en los humanos, su falta, la cesación. 

La mudanza, somos un tipo de cosas, seres vivos, sujetas a mudanza. 

La mudanza que más nos perturba es la que implica el cese de nuestra consciencia, lo que denominamos como muerte.

Si la energía es una constante, ni se crea ni se destruye, la nuestra no desaparece al fallecer, se traslada al RESTO de TODO. 

En realidad nos asusta no volver jamás a la consciencia pero todas las noches al dormir la perdemos y esta viaja por un estado que escapa al gobierno de nuestro dictado; en sueños no somos, pero esto nos produce descanso, la vida necesita de nuestro descanso, la vida necesita que muramos un poco, por las noches, cuando la oscuridad en su ciclo cubre con su manto a los conscientes y los devuelve a la inocencia, a ese estado embrionario en que unidos por un cordón umbilical todos descargamos, como un dispositivo, en ese gran almacén de experiencias que es la evolución, confiando en los genes una parcela de cada nuevo saber de la interacción. 

Desde que todo empezó, el sentido ha sido la expansión, avanzar, lo que implica durar, evolucionar, más concretamente en los seres vivos, sobrevivir. 

Se sobrevive, sobre todo, gracias al miedo, con el que nos protegemos del peligro. La pulsión por sobrevivir es la que empuja el miedo natural a la muerte. Es más sencillo decidir en contra de lo que tenemos, conservar, sin embargo los avances vienen de la mano de los que arriesgan, de los que ven un camino donde otros chocan con un muro; la vida es un tiempo de oportunidades, da igual que las aproveches o no, es indiferente lo que hagas con ella, está decidido de antemano que es mejor que otros te remplacen, es más seguro para la evolución; la diversidad es, en términos evolutivos, más viable. Tus miedos solo te incumben a ti, otros vendrán que harán lo que tú no te atreviste.

Pero solo podemos vivir porque existe la muerte, porque nuestra naturaleza como seres vivos está sujeta a mudanza. Somos un intervalo de la vida, el paréntesis singular de una personalidad cuyo ego no existe en realidad, es una manifestación subordinada al concepto del tiempo, que no es sino una convención de los humanos, el intento de entregar una interpretación en la que poder encajar la pueril necesidad de sentido y trascendencia. Del pasado solo vemos los restos, el arte que nos llega como pinturas o arquitectura que en un futuro será ruinas, y ni eso, polvo o arena de un desierto. ¿Qué serás tú en ese futuro, qué quedará de ti?

Les había regalado un respetable conocimiento de la tristeza, a partir del testimonio presencial que por medio de la convivencia conmigo habían asistido, y a partir de él, podían construir una existencia madura reflexiva ajena a mitos y ensoñaciones. Les puse en el camino de ser adultos que trabajan por su buena salud mental desde el conocimiento de que nada es seguro y todo puede ir a peor. 

La vida le había devuelto un montón de cabos sueltos como remuneración de su brillantez; ese suele ser el trato. 

Siempre había vivido con el miedo de que sus hijos pudieran aborrecer su personalidad ansiosa y depresiva, por ello trató de ocultar esa versión de sí, la verdadera, todo lo que pudo, hasta el momento en que por fin lleguó a entender que a los hijos con que uno convive no se les puede engañar, es como hacer trampas al solitario, ellos te conocen como si tú les hubieras parido. Llegado el momento de salir de ese armario, descubrió que ese señor que aparecía por vez primera sin disfraz había dejado todos sus complejos atrás; ellos le querían a pesar de todo, siempre le querrían y nunca dejarían de hacerlo solo por eso. 

Hubo un tiempo en que me invadía la sensación de que algo estaba pasando en otro lugar y yo me lo estaba perdiendo; por medio del alcohol buscaba la convergencia de la distancia entre esos dos lugares pero este siempre me impulsaba al sitio equivocado, al espacio en que definitivamente me vería expulsado para siempre de donde me encontraba ahora. Ahora sé que era necesario que mi biografía experimentar ese exilio, recorrer el desierto, separar los mares, sentir las siete plagas, el pack completo de un éxodo autoinmolado digno de un pasaje en el antiguo testamento. Quién nace con estrella necesita encontrar otra luz para poder ver en la gran oscuridad que por contraste la rodea, nadie te lo enseña, solo tú puedes encontrar el lugar en que se esconde.

De siempre la sencillez con la que abordaba la complejidad de lo cotidiano le empujaba a retarse, ahora mismo se adentraba en un proceso de concentración por medio de la meditación profunda como acto inmediatamente posterior a haber tomado diez cafés. 

Su profesión le servía de coartada para entregar el servicio que en realidad las personas recibían en su consulta. 

Tenía la capacidad para separar, por un lado, el resultado de todas las decisiones adoptadas en respuesta a las situaciones que el azar le había presentado al abrir cada puerta que supone avanzar hacia el futuro, y por otro, las decisiones conscientes que uno trata de tomar en alguna de las pocas creaciones proyectadas desde el deseo que trata de concretar una realidad. 

Así, por ejemplo, veía como alguien que había sido maldecida con una extraordinaria belleza, perecedera, que había dado tumbos de un empleo en otro, siempre mantuvo la costumbre de ejercer trabajos manuales que consistían en devolver a un estado restaurado cosas antiguas o a crear ungüentos con los que acicalar enjutas pieles en proceso de caducidad. 

Su memoria le permitía también establecer la conexión entre el significado de algo que acababa de leer en una novela con lo que otra persona le había dicho: “tengo este hijo para que Mario tenga un hermano”. Los hijos únicos se ven privados del universo de la fraternidad, con todos sus matices. Dotarle de él es un esfuerzo encomiable, un proyecto consciente de entrega de uno para los otros, ser la monda de la naranja, el tubo de la pasta de dientes. 

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