Escabechina
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- ¿Te va bien quedar para cenar
este viernes?
- Imposible, ando con mucho lío.
- Vaya, ¿concretamos otra fecha?
- Te concreto que voy a tener
mucho lío, pongamos que en los próximos diez años.
La prensa pretendía transmitir la
sensación de tener el discurso de todo lo que puede estar bajo el control de
una sociedad en democracia, de unos señores divididos en dos bandos que se
disputan la representación del poder por medio de mentiras e indultos, en un
sistema que no admitía pega de terceros, tildando de sacrílegos a aquellos que
no cursaban proselitismo y además, por medio del imperialismo, trataba de
imponerlo frente a otros sistemas más descaradamente teocráticos.
Conviene practicar la prudencia y
la humildad, con frecuencia nos equivocaremos en esta trituradora de carne
inmisericorde que es la vida, por eso es mejor no juzgar, en general andamos
cerca de la humillación y lo que desde la soberbia pensamos de antemano que
jamás beberíamos, puede convertirse en agua que no podemos rechazar.
Por primera vez en mucho tiempo
parecía que las cosas empezaban a marchar y que ella y su marido empezaban a
ocupar un escalafón más acorde a aquello a lo que sus padres le habían
preparado. Estaban en una tasca de Lugo en que el nivel de sofisticación lo
marcaban los bocoyes que hacían de mesas y el serrín disimulaba el vino barato derramado
en el suelo, ellos se disponían a cenar junto a sus nuevos amigos, dos
matrimonios burgueses, uno formado por dos profesionales del campo del derecho
cuyos signos materiales externos atestiguaban un aparente alto tren de vida
pero que su convocatoria a este histórico momento se empeñaba en contradecir y
el otro era nada menos que el formado por la probablemente futura expareja
propietaria de una cadena de restaurantes de franquicias de comida moderna, lo
que las madres del baby boom llamaban sin complejos comida basura, dos personas
resueltas a partes iguales en la gestión de hamburguesas, pepinillos e
inmigrantes en precarias condiciones laborales y administrativas respecto a su
estatus de residencia, sujetos de ambos géneros que alternan la dedicación a
este oficio con otro alterne, este en clubes. Esta cadena además, había fichado
a mi marido, para un puesto en la holding del entramado en calidad de
responsable general de mantenimiento, a pesar de que mi padre dice que el
puesto es lo que antes llamaban un ñapas de toda la vida. Sí, ya sé que mi
marido sigue con su problemita de los hurtos, ese que le ha llevado a
coleccionar exempleos, pero él se lo merece todo, y si para ser valorado como
es debido tiene que hacer esto trucos con las dietas, inflando el kilometraje y
pidiendo en los restaurantes que le facturen más menús, no seré yo la que le
impida hacer su magia financiera.
Además yo soy toda una licenciada
en filología, bueno casi, sólo me faltan los últimos dos cursos y algunas
asignaturas sueltas de los dos primeros, y profesora en el colegio de la elite
local, seguro que me harán fija cuando termine la sustitución que estoy
realizando, ya me las apañaré con el currículum y esa cosa obsesiva de la
titulitis. Debo tener cuidado de no pasarme con la coba, al matrimonio de
abogados, les dije que sus hijos son unos auténticos caballeros cristianos, no
como los de los Gómez, que son unos zulúes. También he de cuidarme un poco más,
el otro día al salir de casa y verme en el espejo me encontré un poco
desmejorada, de hecho para un miope podría pasar por un doble de Ángel Cristo
en un mal día saliendo de la jaula de los leones. En fin, todo empieza a ir de
cine.
A medida que los años iban
cayendo la actitud derivada de una especie de espíritu científico se había
instalado en su manera de afrontar la vida, las fantasías e ilusiones habían
dado paso a algoritmos de probabilidad y diferentes formulaciones del juego
acción reacción; en definitiva, una fantasmagórica presencia se había adueñado
del motor de sus impulsos; el escepticismo y las expectativas limitadas eran
resueltas alternativas a no verse defraudado en demasía, la equivalencia a la
felicidad a partir de cumplir cierta edad.
Todo buen escritor, digno poseedor
de un de esas mentes lo suficientemente neuróticas como para recrear plañideras
historias en las páginas de sus libros, trata de ocultar sus gustos literarios,
la paleontología que representa su escritura a través de los fósiles de sus
sentimientos encontrados en cada uno de los escondites en que se guardan de sus
miedos, las fuentes de las que las henchidas venas de sus manos han embebido su
locuacidad, sabedor de que tras cada palabra se esconde un plagio, que de hecho
no existe un molde original, que la tradición no es más que el hueco ocupado
por el último en llegar, la hendidura dejada por el liviano peso de los muchos
predecesores que se fueron antes con prematura antelación. Que no hay mérito en
el buen gusto, sólo suerte en la herencia percibida. Escondido en el abecedario
se trasluce la mejor de todas las obras maestras, aquellas bastardas que han
trascendido y por capilaridad hemos llegado a conocer son meras carambolas
resultantes del choque fonético de unas letras con otras, retruque recreando
heridas al hablar que despojan el silencio de su quietud. Sus escritos describen
la textura del pegamento que une en imprecisa amalgama los fragmentos en que
consistió su ya provecta vida, los pedazos resquebrajados de fina porcelana por
los que escapaba vertiendo la poca esperanza que apenas podía albergar.
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