El paso del tiempo
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Para esta noche me habían forzado
a asistir al treinta cumpleaños de una chica de prometedores estudios primarios
que cristalizaron en nada menos que una ingeniería superior, que a su vez la
aupó a lo que en los ochenta del siglo XX se denominó por el término JASP,
joven aunque sobradamente preparado, le aupó decía a nada menos que la
titularidad de una plaza de interina en un colegio de formación profesional de
provincias en el que destacaba la producción de ex alumnos especialistas en
carnicería de supermercado; también con alternancia variable, su interinidad
implicaba atender las clases de gimnasia del colegio, aptitud docente para la que
el sistema educativo no consideraba necesario estar en posesión de algún título
de habilitante o el requerimiento de validación de aptitudes específicas,
descansando estas en el buen juicio del profesor para ni infligir por medio del
deporte daños irreparables en la anatomía de los estudiantes, cuestión que
quizá sea demasiado suponer en un espécimen humano que como principales
cuidados físicos lo más cercanos a una equivalencia con el deporte figura
mantenerse abstemia por debajo de las 10 de la mañana y efectuar paseos desde
el sofá del cuarto de estar de su apartamento hasta la nevera de la cocina de
este, en expedición para proveer de más alimentos ultra procesados que consumir
mientras le hace una resonancia magnética con los ojos a un reality de
Mediaset, conocida fábrica de la mejor telebasura.
Dicho lo cual, apuraba mis
últimos ratos de lectura vespertina con luz natural, bajo la falsa idea de que
quizá a Leía se le hubiese olvidado la cita, cuando ella apareció bajando por
las escaleras de casa preguntando que me parecía su aspecto, cosa a lo que
apenas pude contestar por medio de una disimulada carcajada. Le dije que quizá
no era el mejor día para jugar a ser patronista de Zara inventando tendencias a
las que todavía les faltan lustros de cocción en los armarios de la gente de
vestir vanguardista, pero no obstante lo anterior, sí de hacer el ridículo se
trataba, había escogido la noche y el lugar para pasar desapercibida, pues el
grupo de chicas y sus amigos gays, creo que yo sería el único varón
heterosexual de la exclusiva velada y ya me pilla en medio de una lacerante y
avanzada andropausia, decía que había escogido el ring del circo preciso para
el baile de disfraces, pues todo lo mojigatas que eran esas mujeres en las
relaciones, al contrario, mostraban una precursora procacidad en el vestir, lo
que desde un punto de vista otorgado por la caridad cristiana, me conducía a
pensar en el mal que las redes sociales hacían a la juventud en general y a
esas pobres chicas muy en particular.
Mientras Fronco, la mascota de
ambos asistía a los acontecimientos con una mirada entre la estupefacción y la
incredulidad, sin duda tomaba los atuendos de su ama como un signo de
sofisticación, ajeno su intelecto a lo que podría ser considerado por humanos
dotados de una capacidad cultural alcanzada a fuerza de leer libros sin
dibujos, a lo que a todas luces se trataba de una indumentaria garrula. Todo
parecía indicar que estábamos ante el comienzo de lo que en toda su apariencia
sería una noche prometedora.
Hace más de un siglo que
Maupassant escribía acerca del carácter caníbal de la escritura, que se
alimenta de todo lo que la rodea, pero en especial de otros humanos, por lo
general los más cercanos. He aquí un poco de mi digestión. Se prevé que bancos
de delfines, orcas y ballenas corcovadas puedan aparecer yaciendo varadas en
las costas cercanas en respuesta al reclamo de los gritos procedentes de la
divertida y emocionante fiesta de exaltación del clítoris histérico, en
previsión del esperado espectro sonoro de cacofonías de extrema agudez -en el
timbre de voz se sobrentiende no referido a comentarios brillantes, vaya- del
grupo de treintañeras a todas luces pre cuarentonas y decididamente solteronas
que no descartan entre sus planes de emparejamiento, que no de coyunda
reproductiva que lance el gen más allá de esta última malformación degenerada, al
lesbianismo más radical y recalcitrante que practican desde la ignorancia y
también desde la más tierna infancia -la madre naturaleza es sabia-, dadas las
escasas expectativas que pueden llegar a suscitar en el género opuesto con
intenciones diferentes al apareamiento esporádico y muy de última hora en la
madrugada bajo los efectos de una borrachera profunda y de efectos amnésicos,
que ya exploran la red de internet en busca de gatos abandonados que cuidar, y
en manifiesta regresión pseudo hipnótica que las lleva a ejecutar danzas pueriles,
de las que podrían representar entre tropiezos infantes de no más de ocho años
escasos y como muchísimo, pero acompañando caras y miradas lascivas y posturas
de gánster rapero con sus modelitos de Bershka al límite de reventar por estar
todas ellas entradas en carnes y lorzas, en lo que parece ser un extraño ritual
afrentado ante un móvil en eso que ahora llaman red social de Tik Tok.
Con tanto previsible
divertimiento que me espera en la velada, me pregunto si la ministra podemita Montero
pensó en personas desamparadas como yo ante escenarios como al que pretenden
enfrentarme esta noche de autos, D.M., si ante la coincidencia con la final de
copa de S.M. el Rey, con la participación de mi equipo el Real Madrid, en algún
lugar de su proceloso articulado, alguna piadosa argucia legal me permita un
habeas corpus en el que amparándome en una interpretación razonable de la Ley del
sí es solo es sí, se apiade de mi vetusta heterosexualidad, que dicho sea de
paso, ya no está para estas bromas.
Ante la baja expectativa de que el
acervo legal amparase mis intereses y dada la inexistencia actual de
jurisprudencia aplicable a mi problema, e improbable que en el futuro próximo durante
el periodo de prescripción del posiblemente presunto delito al que estaba
siendo sometido en contra de mi débil voluntad, aproveché como truco final el
recuerdo de haber recibido en la tarde un wasap de mi socio en el que me
enviaba, sin texto explicativo -una imagen vale más que mil palabras, sobre
todo cuando hay un contexto de más de veinte años de interrelación
interpretativa- una foto con una pila de documentos que representaban trabajo
que requería de mi revisión y que seguía en su estado actual de pendiente-que
yo ante esa explosión de asertividad no dudé en atribuir las características de
los términos que podrían definir un reproche sin que ello signifique que me
encuentre bendecido con unas especiales dotes interpretativas en el campo de la
inteligencia emocional, la empatía y resiliencias análogas-, para en oculta
actitud prestidigitadora, conjurando y maldiciendo expresamente mi mala suerte,
aducir motivos laborales, compromisos de ámbito superior y de obligación cuyo
devengo temporal resulta de carácter previo, para abandonar el lugar, no sin
antes felicitar a los organizadores la excelencia del evento; no quería dejar
pasar la ocasión de transmitir a la homenajeada y a lo que supongo es su mejor
amiga, dada su constante auto invocación como onomatopeya interjectiva visual
con posibilidad de ser inmortalizada en emoticono conmemorativo, apareciendo en
todas las fotos instagrameadas colgada del hombro de ella, en el improvisado
photocall que representaba una pared con globos y guirnaldas, paradigma del
kitsch provinciano, un cetáceo embutido en sus chabacanas botas piel de vaca a
pintas de rupestre vaquera, rescatadas del oscuro fondo del trastero de un
sótano enterrado en un menos dos, en rememoración de una improbable Shania
Twain pre depresiva pero en premonitorio pleno ataque de nervios en una entrega
de los Grammy en los remotos años noventa del siglo XX, como decía, no quería olvidar
dejar constancia de que la organización significaba que estábamos ante un
auténtico peso pesado de los eventos, cosa que no era del todo falsa, al menos
en la parte relativa al asunto de la ley de la gravedad, como cualquier báscula
medianamente calibrada podría atestiguar. En definitiva, yo me fui a las doce
A.M., lo que viene a significar tan pronto como pude, y echando la vista atrás
al momento de partir aliviado pude dejar constancia que a pesar de mi ausencia,
en términos generales, la gente quedó disfrutando con un nivel cercano al
óptimo de satisfacción, a su punto marginal previo en el sentido de las
ecuaciones diferenciales -que también ellos eran marginales y diferenciales,
presupongo que a su pesar, como todo adulto que no supera suficientemente una
adolescencia con tendencia al drama de la incomprensión, de ver su cuerpo
sufrir trasformaciones no deseadas que tienden a alejarse del ideal de un príncipe
o princesa de cuento de hadas-, lo que viene a reforzar la idea de que mi
asistencia era del todo innecesaria, salvo por querer hacer un dibujo de todos
los matices sociales a los que puede aspirar una conjunción de sujetos
convocados ante unos pinchos de tortilla.
Los domingos suelen estar
reservados por la tropa de la fiestuqui para ir a entrenar, pero según parece hoy
tuvieron que cancelarlo debido a un generalizado dolor de cabeza, creo que cabe
dentro de lo posible que todos estén aquejados de un poco de resaca.
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