Érase una vez una voz.
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En el programa de radio de los
domingos por la mañana, el conductor y su amigo el provecto escritor de
imaginación desbordada pero anquilosada, desde ese púlpito de sonoridad
colectiva de la socialdemocracia, preguntaba a distintos sujetos del por qué no
iban a votar en las próximas e inminentes elecciones. Estos respondían
mostrando sus motivos, que en resumidas cuentas venían a decir que les daba un
poco igual el resultado electoral, mostraban un cierto escepticismo acerca de
que este pudiera representar un cambio significativo en sus vidas, razonamiento
con el que desde un punto de vista hermenéutico, no presentó objeción alguna.
De hecho, hasta dónde yo conocía de primera mano, los individuos que conozco
que dedican su existencia al ejercicio profesional de la política son, por lo
general y toda generalización conlleva injusticias, personas faltos de talento
específico para nada en especial, o dicho de otro modo y con suerte, unos
auténticos inútiles, cuando no unos auténticos mendaces y mangantes
compulsivos, que una vez expulsados del ruedo electoral, prosiguen ejerciendo
su latrocinio en las conocidas puertas giratorias. Uno, ya puesto a ser
maltratado por sus representantes en la esfera de lo público, es partidario de
un candidato perteneciente explícitamente al bando de la otra acera, como el
que se presenta en la actualidad, dado que ante la expectativa de una
sodomización, siempre es preferible que sea practicada por un experto.
De camino al gimnasio y en
ausencia transitoria de lectura, evitando la posibilidad de un atropellamiento
o de una muerte por farolazo, veo en lo que es el muro lateral del edificio que
alberga la fundación que en su día, por motivos tributarios, fue dueña del
ahora extinto banco desaparecido tras su bancarrota. Cubriéndolo en casi toda
su extensión figura una imagen de Warhol asomando tras una Polaroid que se
encuentra imprimiendo una foto recién sacada, en lo que parece un autorretrato
disparado frente a un espejo, me supongo dada la tecnología existente en la
época de su presumible realización.
Por lo general, resulta confuso
distinguir a un genio de un estúpido, a lo que sirve a modo de sencillo ejemplo
la situación representada por ese señor de pelo blanco cortado al estilismo de
la bacinilla.
Unos metros más adelante un padre
y su hija, ambos de etnia latina, es lo que tiene la genética y las cadenas de
ADN, además es como creo que la corrección actual dicta que debe ser
identificado el colectivo de pertenencia, ambos inmortalizan lo que parece un recuerdo
de la ceremonia de la primera comunión de ella, cosa que intuyo por el libro
alzado en la mano de la nena que no dejando lugar al misterio dice MI PRIMERA
COMUNIÓN, mientras que con la otra extremidad que no la mantiene erguida hace
la V de victoria, la naturaleza del significado del gesto es solo una
suposición.
Touché. Reconozco que el posible
oligofrénico de gafas de sol que auguraba el derecho a una mínima porción de
fama de la chusma en el futuro fue un auténtico visionario al inmortalizar el arte
que solo él vio en una lata de conservas.
Ahora la popularidad era una
expectativa plausible a manos de cualquiera, por medio de las redes sociales y
gracias al mecanismo de los followers, cualquier cateto podía hacerse a la
ilusión de que el hecho de ocupar por medio de un selfie el espacio de algunos
gigabytes en una nube perdida en algún paraíso fiscal, la representación de la
vida operada a través de su existencia estaba dotada de un sentido que, de
alguna misteriosa manera, trascendía a la de ser el resultado expelido de la
mera yuxtaposición coordinada de dos cromosomas desarrollados, x e y, y después
de la adhesión de todo el material
celular y orgánico en general, que los seres vivos, en signo de tozudez,
se empeñaban en portar.
He de reconocer que para la gente
que me acompaña puede resultar un poco intenso compartir su tiempo con mi
cerebro cargado de cafeína. Es previsible una reacción física que, tras el paso
acumulado de un número suficiente de minutos, de muestras manifiestas de cierto
hartazgo, reclamando el derecho a no ser invadido tanto en lo físico y en lo
intelectual, y que por lo general necesita la comunicación por medio de la
repetición de una media de cuatro veces, de un insulto explícito que no deje
espacio a la duda de lo que se pretende expresar.
En cierto modo, en el pasado las
palabras eran la única forma de transmitir un mensaje en el seno de una
especie, la humana, cuyo sentido predominante para la representación del
recuerdo es el visual. Parece por tanto, que la transición hacia un arte cuya
esencia se base en la imagen es la evolución esperable una vez que la
tecnología necesaria está a disposición no solo de los intérpretes de la época,
sino también de todo el público en general, con su particular concepción
estética, cada vez más solidificada sobre los excrementos de occidente.
Las calles de la ciudad están
repletas de gente, supongo que la mezcla de ser domingo, día de la madre,
primeros de mes y hacer buen día es una mezcla perfecta para que todo el mundo
decida salir a pasear. No obstante, se ve mucha gente de fuera, no de lejos,
sino de cerca, sus atuendos les delatan, muchos visten la ropa de los domingos,
esos jerséis caros que venden en el Corte Inglés, de esa marca, ¿cómo se
llama…?, Paul & Shark; en domingo siempre verán dentro de uno de ellos,
vistiéndolo, a un orgulloso gañán atufando a Varón Dandy; definitivamente algo
debe haber pasado, del estilo de una amenaza de bomba atómica o algo así,
parece que toda la comarca de Bergantiños al completo se haya desplazado hoy
hasta aquí, se puede sentir la geada flotando en el ambiente. En resumen, ahora
ser yo consistía en una versión más pacífica de la que era cuando bebía, resueltamente
menos impredecible también; borracheras cuánticas, qué tiempos.
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