Si me dices adiós.

No me quejo; soy como un can maltratado al que abandonaron y se encuentra en el canil de la perrera. Yo fui quien ejerció el maltrato sobre mí, yo fui el que no se cuidó, yo soy el culpable. Ahora curo de ese viejo que emprende el regreso del viaje de su vida. Miro atrás sin rencor, siento compasión del estúpido que fui; fue la ignorancia. Siento el daño que causé, no lo puedo remover, solo tengo capacidad de intentar no desviar la senda de aquí en adelante; sanar las heridas como el que da amor a ese perro abandonado que anciano se rencuentra con el amo que le quiere, con la madre que murió y dejó huérfano al niño. Fue Dionisio. 
La historia es poder, es un depredador que puede devorar, te dice lo que está bien y lo que está mal; la historia son toneladas de papel con el canon, es una coacción ideológica. En democracia, las formas lo son todo. 
Tener opinión propia y poder expresarla necesita de ser independiente y esto, de cubrir las necesidades; cuanto menos sean más libre se es. La paradoja es que además serás más rico. 
Algo agita el sonajero que promete un orgasmo eterno; en el principio nos fueron entregados unos ojos y después un espejo. Todo lo que oímos es un eco, el tacto de lo que tocó la piel primera.
La especie humana se diferencia de las otras en que estas basan su existencia en el descanso entre los momentos en que emplean en cubrir sus necesidades vitales de reproducción, alimentación y evacuación; su función principal consiste en el reposo mediante el que preparan su organismo, conservando al máximo sus energías, para el siguiente acto de supervivencia. 
Los humanos, habiendo superado la competencia depredadora de otras especies, dedican su tiempo en la preparación para un momento posterior en el que presentar una versión de su organismo óptima, dentro de las posibilidades físico e intelecto culturales del sujeto, no ya de cara a la supervivencia, si no a lo sensitivo de la experiencia placentera con que la madre naturaleza-vida (qué gran campaña de marketing que nos tiene en esta infinita empresa) ha asociado las sensaciones y emociones que nos empujan al eterno retorno de sobrevivir. 
Este comportamiento convierte la existencia en una prisión pasional que algunos sabios han resuelto por medio de la renuncia, prestando una atención completa al presente, liberando la mente de tribulaciones intelectuales y retornando el ser a su estado primitivo ausente de la consciencia humana. 
Apagando el fuego las sombras no pueden ser proyectadas en las paredes de la caverna; el ojo se acostumbra a la oscuridad y ve con claridad la negra realidad. 
Antes de la noche fui en exploración hasta el monte del Olimpo y arranqué al águila sus alas para quemarlas en el fuego de Prometeo. No quiero ser Dios, la poesía no es más que recrearse en el diagnóstico de un sangrado hepático. 


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