El frío.

 Hay días en que desde que despiertas la soledad te aprisiona, la vida parece una callejón sin salida, a la sombra. Para reconfortarme escucho Bewitched, Bothered, And Bewildered, interpretada por Art Pepper al saxo. 

A esta canción le siguen otras que mezclan sorpresa con melancolía, y me recuerdan el niño que soy cruzando el umbral de la consciencia. 

El arte representa el eco de un dolor, cuanto más intenso este más bello aquel. 

El arte es comprensión, tentativa de entender a cuenta de qué resulta todo; el artista se interpreta a través de su obra, ésta, en conjunto con sus demás vivencias componen su personalidad, seguramente contradictoria y discordante con el canon imperante. 

El arte es el único resultado que nos interesa de la persona, a pesar del precio que pagó para producirlo. 

Como artista uno no es ni buena ni mala persona, ni ejemplo a seguir en la vida; el arte tiene valor si posee la capacidad de reconducir la desazón del desamparado a los brazos abiertos de la obra artística que, abrazándolo, lo consuela y le ofrece esperanza y comprensión. 

El arte solo es como entrega a otros de una revelación descubierta, la epifanía de algo universal que por derecho pertenece a toda la humanidad y que toma a un sujeto como intérprete por medio del que expresarse.

. Quizá de entre los artes, el que tiene una simbología de interpretación sensitiva más directa es la música; en cualquier melodía quien marca el ritmo es el bajo, con sus bum bum, que hacen clara referencia a los latidos del corazón, el compás sucesivo de la vida, en el que discurre el resto de la música, a semejanza del libre albedrío, ese fantasma al que creemos aspirar por medio de nuestra ingenua subjetividad y a la que el devenir nos hace perseguir, como zanahoria al mohíno, su fragancia nos guía con los ojos cerrados, usa nuestros sentidos como garbanzos del juego del trilero, agitando el cubilete emociones y pasiones.

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