Respuesta

 Todo depende del alcance. Si fijas el objetivo en un solo sujeto, cada momento de su evolución, aunque vagamente predecible, será en gran medida aleatorio, sujeto a una amplia gama de arbitrariedades exógenas y de respuesta interior a ellas; cada una dará paso a un universo en cascada de posibles respuestas binarias, lo que en la práctica impide  por incapacidad de cálculo una predicción concreta que se pueda expresar por medio de una fórmula universal del patrón uniforme. Sin embargo, si abrimos el objetivo, cuanto más lo alejamos del sujeto, este tiende a desaparecer fundiéndose en una argamasa amalgamada en la que es imposible distinguir los elementos que la integran; en la macrohistoria del universo, la humanidad es menos que un suspiro, una anécdota sin huella que como el grito de Munch sopla una mota de polvo que se precipita en la curvatura del espacio tiempo; también es el brillo de una estrella que junto a otras en la noche, dejan ver que hay un espacio por habitar en la nada sideral; he ahí el determinismo diferencial infinitesimal, su paradoja. El libre albedrío solo significa que faltan datos, cuando se dispone de todos siempre se sabe la solución de antemano; el azar es inversamente proporcional a la ignorancia, en teoría, porque cuanto más conocimiento se tiene, más se sabe acerca de lo pequeño que es y lo mucho que hay por aprender. Se puede funcionar con principios básicos a partir de la comparación. Siempre somos representación, TODO lo es. Las tradiciones son certidumbres, los olores, los gustos, el encuentro con un recuerdo.Todo es nadar en este mar de desorden; los recuerdos vitales con el tiempo devienen en instintos. Los instintos susurran inspiración. Al igual que la ciencia avanza en su conocimiento, ¿puede la literatura desarrollar un progreso similar? Yo creo que sí. Para ello es preciso centrar cuál es el objeto de la literatura. En mi opinión es el estado de la humanidad, por ello, la literatura es “una ciencia“ que estudia la contemporaneidad. A medida que la trama evoluciona en autoficción, la novela se convierte en un ensayo de la situación; es el ojo que transforma en palabra lo que aparentemente sucede. 

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