Walking dead

Llegamos al momento del paseo en que abordamos el inicio de la calle Barcelona, ante nosotros ese pórtico virtual que al ser traspasado te sitúa en otro país, el de latinos, subsaharianos y magrebíes a los que el primigenio reclamo cultural exportado a través de los tubos catódicos prometía la legítima expectativa de un sueño,  la homologación de sus vidas con occidente, su derecho a llenar la bolsa de basura con productos tos de Procter & Gamble y de envoltorios de ultraprocesados, el catecismo idólatra del templo dedicado a la E mayúscula combinada con series de números de tres dígitos; la formulación comestible de un alimento convertido en calorías vacías en el umbral inmediatamente anterior a la definición de veneno mortal a corto plazo, el prescriptor de enfermedades cardiovasculares, diabetes e hígado graso. 
Según avanzas por la calle, los sentidos son arrebatados por olores, sonidos y visiones que invaden la frontera de tu intimidad en su intento de captar tu atención y en concreto, el tacto de tu tarjeta de crédito. 
Al final de la calle giramos a la derecha, y una cafetería coloniza con su terraza la superficie reservada para los peatones en remedo de aquellos aguerridos extremeños de mar adentro que cruzaron océanos para practicar el genocidio indígena; la historia es un boomerang; obesos y obesas sujetan sus gintónics, son las cinco pm y es hora de tardear. En la tele ponen el Depor-Unionistas, el público del local no es foráneo, hablan coruño, variante dialéctica de la ciudad que es un tipo de español vulgar con giros de expresión llenos de retranca; pareciera que la congregación tribal de aborígenes pudiese obedecer a un orden de segregación basado en términos xenófobos, pero seguramente solo tenga que ver con que ese bar es el único que sirve Estrella Galicia en vez de Coronita. Viene a mi nariz un golpe penetrante, mezcla de fresa y vainilla pero con un regusto metálico, supongo que procede de un vapeador, como es eléctrico dicen que no hace daño; las emociones que surgen desde mis adentros, ese médium que representan entre los sentidos y los sentimientos, me dicen que ese debe ser exactamente el olor al fracaso.

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