Arte Sano

Resolver un problema implica bailar con la más fea y no quejarse. Los que de verdad saben en que consiste la tarea no necesitan que les des explicaciones, si está en su mano, lo que de ellos dependa, te lo facilitarán. 

Los problemas se resuelven en silencio y en soledad. No hay otra forma. Y se hace todo lo que sea necesario, ni más ni menos. 

Los mayores escriben historias para reconfortar al niño que llevan dentro, a través de ellas enfrentan las contradicciones y las preguntas que han quedado sin respuesta, el pensamiento lateral usado para reconducir y domar los sueños, buscando un hogar para ellos entre las páginas escritas, hacerles un lecho en el que puedan descansar. 

Por medio de los escritos se puede guardar en secreto la locura, de qué manera si no; lo más parecido sería la música, que te agita como un niño al sonajero; la poesía, la buena, es como un buen chiste, te conduce para cuando menos lo esperas hacer entrega de una sorpresa, esa que te remueve el estómago, como agita las primeras veces que ves a la persona que te gusta y que quizá con suerte ames y seas correspondido. 

En la prosa se deja menos margen a la imaginación del lector, las frases brillantes crecen entre otras prosaicas, como flores que se alzan al sol y proyectan su sombra sobre aquello que no está a su altura. Por supuesto, también existe la prosa poética, leerla es como recibir una paliza de punzantes metáforas que someten tu intelecto a un laberinto de espejos en el que cuesta distinguir realidad de proyección. 

Aquí estoy, solo, lo único que me protege es mi ausencia de miedo. 

Uno es dueño de lo que le pertenece, la eternidad, solo existe porque ahora eres parte de ella y ella de ti. 

Veía a esas personas en la piscina intentando capturar el presente en sus fotos, muy en la onda de nuestro tiempo, desechando la experiencia al convertirlo en mercancía almacenable, como si acumular fotos que no serán vistas otorgase un mayor valor, de intercambio, que enseñar en alarde en redes sociales que nutren a sus anunciantes con las tendencias de estupidez que en bucle recorren sus nudos. 

Cuando esas personas atienden a las pantallas de sus dispositivos capturando parcelas del pasado que esperan disfrutar en el futuro, pierden la oportunidad de sentir la realidad de lo que pretenden inmortalizar. 

La principal cadena que nos ata y subyuga es la tortura de medir, si dejas de hacer cuentas nada tiene final. 

De adolescente ya presumía no desear volver a querer por el erial que deja su ausencia irremplazable; entonces no era posible llegar a conocer todas las texturas del dolor que se puede sufrir y, sin embargo, aquella pena fue la más dolorosa, pues si los años enseñan a algo es a aguantar, a su pesar. 

Sin el pasado no podríamos valorar, solo en el presente podemos sentir. 

Algunos teóricos del arte lo definen como aquello señalado por una élite entrenada en gustos refinados; él disponía de un olfato perruno para distinguir, y disfrutar, de melodías pop de un gusto general, candidatas a ser número uno de Los Cuarenta Principales o de una gala de Operación Triunfo por lo que, según esto, le convertiría en la persona con el gusto más vulgar posible y, además, con el dedo señalador de éxitos seguros llenadores de bolsillos de discográficas. 

Quizá los éxitos pop tienen la virtud característica de la simplicidad que nos hace retrotraer a momentos anteriores de inocencia que creemos mejores que el actual que, a su vez, se acumulará a aquellos para ser invocado en idéntico sentido en un hipotético tiempo posterior; esos son los cimientos de la nostalgia. La vida tiende biológicamente a intentar hacer las cosas bien, a interpretar el presente de conformidad con un futuro viable; así se crean las leyes naturales, sobre el consenso de que el concepto actual debe prevalecer; si miramos al pasado este devuelve la equivocación por respuesta. 

La vida es provocadora, nos insta a mover, necesitamos comer, buscar un sitio en el que descansar, avanzar; ¿qué necesidad hay?

La vida es el gran algoritmo, nos usa para avanzar, propagarse, mantenerse constante en distinta piel, diferentes sensibilidades. Una serpiente repta, yo escribo, tú lees; todo, ¿lo ves?

La vida quiere avanzar, reclama el futuro que será a través de ti, te superará, en eso consiste la nostalgia, sentir compasión del ingenuo que fuiste, que construyó sus expectativas sobre falsedades y ahora, una vez pasó casi todo, aprendes a esperar, sucederá. 

Suerte del arte; vivir con arte, que suerte. 

Suerte de las palabras, perseguir lo que no eres capaz de decir, de contar, lo que sientes pero callas, transcribir la soledad para acompañar a otros. 

Suerte del silencio, cuanto más callado estoy más tengo que decirte. A ti que todavía no estás, aquí ahora. Es importantísimo que sepas que nunca pasa nada, y eso es fundamental, que esto es todo lo que existe y que cuando ya no estés nada te dolerá.

Es hermoso comprender lo equivocado que estoy al saber que tengo razón. Una vez te desprendes de todo empiezas a sentir amor. 

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