Flores salvajes.

Su descubrimiento largamente trabajado consistía en sobreponerse a la mayoría de sus creencias que en realidad se sintetizaban en su ego, su personalidad, para así, sobreponerse a sí mismo, consciente de su intrascendencia y asistir a la verdadera naturaleza de su existencia, la de un azucarillo que se va disolviendo a medida que el líquido va provocando la reacción natural que corresponde al entrar en contacto; me consuelo con ser uno de los ingredientes que dieron una pizca de dulzor a la receta. 
Tener otro hijo para que el primero también tenga familia en el futuro; valorar la soledad y entregar un acto de amor largo y paciente. Madre, nos has entregado años de ti. 
Libres, como flores salvajes que se abren al sol de la mañana. Los primeros rayos de luz que sobrepasan la sombra que sigue el mecer de las hojas del árbol. El fresco que advierte al cuerpo a despertar. La piel siempre avisando de lo que no eres tú. El tacto del frío y del calor. Eres la frontera en que se expresa todo lo demás. La respuesta a una casualidad predestinada e infinitesimal.
A veces ocurre que frente a un libro te sientes como si en ese momento te estuviesen observando, igual que cuando estás tomando el sol en el club de las piscinas, en medio de la explanada dedicada a ello, con tu ridículo bañador, lo que prácticamente te presenta ante los demás desnudo, mostrando con impunidad tus lorzas, la acumulación de momentos de ansiedad aplacados con grasas industriales, lo que podría ser una analítica en carne viva que refleja tu tendencia a tener un nivel elevado de transaminasas. Antes de leer esas páginas te creías una persona dotada de ingenio con capacidad para la escritura, pese a no practicarla con la excusa de que nada hay que demostrar, que al no hacerlo estás perdonándole la vida al resto de autores vivos o muertos. Según avanzas por las páginas un discurso interior se abre paso lleno de frondosos argumentos que te aportan una visión nueva y definitiva. En resumen, no. 
Es frecuente la ilusión de perseguir sueños cuando estos u otros alternativos pueblan el paisaje en que habitamos y precisamente por eso, por la invisibilidad con la que lo cotidiano se nos esconde en secreto, pasan inadvertidos. Por ejemplo, una madre que ha perdido la confianza de su hijo ya adulto, cansado de un irresponsable alcoholismo, reclama su egoísta derecho a la rehabilitación de su rota relación, persigue el sueño de revivirla e reiniciarla como si nada hubiera pasado cuando, precisamente, ese pasado es el mástil que sostiene la personalidad de su hijo y que le hace aprovechar vientos que le lleven lejos de esas experiencias. En definitiva, los sueños e ideales se construyen en la intimidad, día a día y en silencio y, casi siempre, cuidando de lo que está más cerca de ti. 
Los ideales, por creerlos imposibles o lejanos, solo nos permiten ver imágenes borrosas y exentas de todo lo que en la cercanía acarrean consigo, las responsabilidades; responsable, el que responde, si quieres cambiar la respuesta debes conseguir que las preguntas formuladas sean distintas. Esfuerzo y constancia, de eso se construyen en realidad los ideales, que no son si no el resultado del desempeño, con divina paciencia -el verdadero súperpoder de los Dioses-, de rutinas sanas. El progenitor rehabilitado solo puede aspirar a que nazca el espíritu de la curiosidad en el vástago, a que quiera practicar la arqueología de su personalidad, interpretar en la fuente la naturaleza de su respuesta emocional ante las vicisitudes y así, por medio de la comprensión, abrir la puerta a su hermana mayor, la compasión, al entender que aquella que tan importante fue para ese niño del pasado también era una persona enfrentada a unos mitos culturales en constante construcción y cuestionamiento y que siempre viven amenazados por atajos sensitivos que prometen placeres y alegrías pero que constituyen la semilla de un vacío existencial. 
En realidad, el sufrimiento no es la respuesta al amor que ahora resulta imposible, el sufrimiento es el resultado de la ignorancia, si pudiéramos conocer la verdad sabríamos que todo estaba implícito desde el principio.

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