Ego

Solo el que acepta tener miedo puede amar de verdad. Las ideas de justicia y verdad están intrínsecamente ligadas; lo que es cierto está delimitado por lo que no lo es. La inteligencia consiste en dirigir la mirada hacia la verdad. Si existe un poder verdadero debe ser integrador y pudoroso, reconocedor de ser mero facilitador del despliegue de la justicia. La mentira es la metáfora por medio de la que se implanta la enseñanza de lo verdadero. La verdad que expresa la justicia es el equilibrio. “Nadie hace el mal voluntariamente” nos dice Platón. En la naturaleza salvaje los seres siguen su instinto marcado por la llamada de las necesidades. Los humanos, por medio del tiempo libre otorgado a través de la tecnología, han evolucionado necesidades en deseos; la verdad justa es el bien, quien no lo practica es porque se equivoca de bien por medio de la ignorancia, por eso debemos practicar la inteligencia, para apartar el velo del desconocimiento y avanzar en lo que es justo; el sentimiento de libertad nos hace pensar que elegimos, pero como los depredadores y las presas, solo perseguimos aquello que consideramos verdadero, con acierto o no, en un camino cuyo trazado ya existe de antemano, lo que no es incompatible con la paz de reconocer el desvanecimiento último de las fronteras de uno con lo demás y la humildad que entraña está visión de infinitud. El valor no tiene por qué coincidir con la verdad, aquel guarda relación con el consenso social y este se va esculpiendo desde el camino cultural que modela los mitos. Los límites de la verdad están microcartografiados por los hechos biológicos, esos son los términos que son y están, a cuyo conocimiento aspira la inteligencia. La persona que vive en la inteligencia, que trabaja el pensamiento inteligente, entendido como aquel que aspira a entender la verdad, el conjunto de hechos que la delimitan hasta la frontera en que su definición se desprende de todo lo que le caracteriza y deja de ser ahí; lo justo es precisamente eso y la justicia es su adaptación coyuntural, una interpretación consuetudinaria. En las reuniones en las que se representaba un resumen a modo de índice, lo que ahora llaman “hoja de ruta”, que todos ya conocían pero que ahora juntos, tocaba escuchar de unos a otros por orden de rango, decía que él, en esas reuniones mantenía la boca cerrada; a fin de cuentas todos los que asistían habían sido convocados de manera directa o indirecta a través de él; él había sido el primero a quien acudió el que había montado todo el embrollo, que justo ese día en que todos juntos discutían el curso que los acontecimientos debería tomar, no se encontraba allí; su ausencia se sobrentendía como la incapacidad del que hasta la fecha administraba un bien, algo a lo que todos atribuían valor por consenso, y que por su reiterado comportamiento imprudente no convenía que siguiera ejerciendo control. A veces el que menos habla es el que más dice, desde su silencio ha ido sembrando comportamientos que otros, como ratones en laberinto, van mostrando para su propia sorpresa y con autocomplaciente beneplácito. Por eso el poder tiene un regusto solitario, si de verdad quieres ostentarlo solo tú debes saber la realidad de su magnitud. El éxito está en conseguir que las cosas rueden solas, que todos entiendan la precariedad sobre la que se sustenta el equilibrio en que vivimos, para entonces, cada cual asumir su propia responsabilidad y erguirse en dueño de su parcela de determinismo. ¿De qué sirve quejarse del comportamiento de su perro mascota?

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