Mudito medito.

Como escritora, se encontraba seca de ideas. Algo ardía dentro de ella pero no conseguía iluminar nada; adentro todo estaba oscuro; imaginaba que el papel estaba teñido entero por la tinta y que el blanco que daba relleno a las letras de las palabras se había esfumado para no volver.

Cómo expresar sentimientos y emociones sin caer en expresiones manidas, tópicos, “caminos ya recorridos”. 

Cómo expresar cuando ya está todo dicho, “cuando menos es más“. 

En silencio solo comunicamos en compañía presente; puede significar aprobación o rechazo, énfasis, sorpresa o aburrimiento. 

En silencio seguimos hablando, incluso cuando estamos solos, con nosotros mismos; no podemos pensar sin articular conceptos por medio de palabras, salvo en los sueños, que son como la vida, pero en diferido, experiencias acomodándose en la personalidad, robándonos poco a poco al niño que nacimos. 

Ese niño que cuando toma conciencia se dice: ahora lo entiendo todo, nada tiene sentido. 

Cómo expresar que uno se acostumbra a la soledad por el engorro de tener que hablar, de explicar y justificar sus sentimientos y emociones, sus pensamientos y su punto de vista. 

Cómo expresar que a su pesar, necesita comunicar, pero por escrito, que como en los sueños, la respuesta será en diferido y, en vez de robar inocencia a tu personalidad, devolverás a la de otros un poco del niño que también partió de ellos hacia otro lugar.


La página es el escenario al que se sube la escritora, el teatro en el que canta y representa su repertorio ante un público que no tiene manera de evitar la invitación a escucharla, pues es su propia consciencia la que escucha lo que tras la mano se susurra a sí misma al oído como en un juego de espejos.


La conexión artista público, la electricidad que desprende mirar a los ojos a aquellos que han deseado verte, cuando una escribe, se llama introspección; tienes que estar dispuesta a hurgar con el lápiz o el teclado, a ver qué sensaciones convocas, porque los ojos a los que mirarás son los tuyos propios; si el rostro es el espejo del alma, la introspección es su infierno y, solo a veces, su liberación.

Los cuentos que ella trataba escribir eran las historias que le hubiese gustado vivir de haber respondido con acierto los retos a los que la vida le enfrentó. 

Porque los libros son eso, son como las migas que Hansel y Gretel van dejando en el camino para saber volver. 

Son la necesidad que todos los escritores tuvieron de adueñarse del rumbo de sus vidas y ser la vanguardia de exploraciones a tierras remotas, a islas desiertas en las que enterrar un tesoro para que otro naufrago a la deriva, por casualidad, o no, llegado exhausto y desesperado a su orilla lo descubra. Es la esencia de los sueños, creer que tienen el poder de transformarnos en otros, es lo que un libro hace, transformar al escritor en parte del lector. 


 

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