Divino rioja
Casi todos los problemas vienen de pretender aspirar al óptimo.
Pensar que lo óptimo es perfecto desde la perspectiva de seres que descienden del caos y cuyo árbol genealógico es un laberinto implica una bisoñez intelectual, por otra parte, razonable e inherente.
Siempre había necesitado la muleta de la radio para ayudar a mi mente a caminar en el tránsito hacia el sueño, coja en reposar empujada por la inercia de las curvas de la ansiedad. Pero ahora estaba leyendo y abrí las ventanas de mi subconsciente para dejar pasar la brisa del sopor cayendo como el aceite sobre las hojas de la ensalada. Decidí perezoso dejar hablar a mi cuerpo, ese artefacto que en términos de duración humana ya había entrado en el inicio de la vejez; este me contó que mi zona lumbar se resentía y estiraba a partes iguales al dejar caer mis piernas dobladas hacia el costado derecho, por donde a través del amplio ventanal un tenue calor de medio día acariciaba mi piel. Además, mis oídos advertían sonidos ocultos para el que no está atento, el ruido del motor de un coche aparcando, la voz de dos mujeres charlando animadamente en el bar de abajo, el viento que peina los edificios de la ciudad como si de la crin de un caballo al galope se tratara.
Soñé que Dios era un pintor que se entretenía dibujando flores recién cortadas de su jardín privado. Le conmovía captar la naturaleza ya muerta de esos seres vivos antes de que la corrupción borrase su belleza para siempre, una y otra vez. Aspiraba poder pintar el olor de las flores, pero hasta a los dioses les llega su hora. Y entonces desperté.
Resulta conmovedor como en circunstancias normales los amantes hacen pequeños sacrificios en el día a día en favor de sus parejas. Clarificador es el calificativo que describe la ausencia de esos actos cuando los elementos que configuran el entorno se consideran adversos y esas pequeñas renuncias son inabordables, el ego ocupa lo que antes era un lugar común que compartido, y la ausencia de una empresa común implica una barrera insalvable.
El charlatán vende sus ideas con éxito entre los desfavorecidos porque su discurso conecta con los sueños perdidos de estos; se necesita una gran clase media que sea consciente de que existen unas reglas de juego claras y estables que protejan el previsible resultado de su trabajo esforzado de la invasión del capital de la élite.
Una élite atenta a lo que le interesa se preocuparía de no esquilmar la sociedad con políticas cortoplacistas que solo siembran campos fértiles al populismo. Hay que proteger el legítimo sueño humanista de prosperar con una visión de legado.
En la incultura es fácil plantar la idea de que tu fracaso es fruto de la irresponsabilidad de otros y que quienes te están mostrando esta idea son los que precisamente te ayudarán a progresar; falso.
La suspicacia solo tiene valor como madre del pensamiento científico, no como contenido en sí.
A estas horas el gimnasio está más ocupado por gymbros y gymsis luchando contra la ley de la gravedad; más pronto que tarde nuestros glúteos sufrirán la implacable atracción de eso que inexorablemente les obliga a caer, eso sí que es grave por mucho que tratemos de saltar esa ley.
Es enternecedor observarnos en toda la biodiversidad gimnástica, parece que esté prohibido usar las máquinas del gimnasio, todos ejecutamos las más extrañas piruetas y genuflexiones en búsqueda del músculo oculto.Somos los emprendedores de la calistenia.
Somos adictos a sobrevivir. Siempre habrá un tiempo en que algo en concreto tenga valor, pero siempre tendrá un precio. Nunca dejará de tener.
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