Todo ya.

El discurrir atento en la representación de las rutinas conducen al poder de la paciencia consciente. 

La paciencia consciente no espera nada, no presupone nada, no rumia elucubraciones. 

Las rutinas atentas y conscientes son la paciencia inconsciente. 


Doy gracias por haber existido, es un milagro que entre todas las irradiaciones del big bang una de ellas me eligiera para ser parte del sentimiento y emoción universal.

No soy nada y formo parte de algo universal e infinito. 

Doy gracias por ser, contradicción y comprensión, nada aporto y pasaré rápido al olvido, pero he formado parte de esto. 


Aspiramos a la felicidad, a veces al placer. La felicidad implica aplacar el sufrimiento pero el placer conlleva una responsabilidad. 

La felicidad necesita de la tristeza para coser la gasa con que tapar sus heridas. El placer no necesita de su némesis, el placer tiene implicaciones pues de él se derivan resultados. 

Si venimos a la vida para, en esencia, sufrir, es por medio del placer egoísta que convocamos a este lugar a los que nos sucederán. 

Si solo fuese la felicidad el fin, sin placer la vida terminaría, se extinguiría.

El placer está asociado, siempre, con actos de supervivencia, propios o de la especie. 

La felicidad duradera debe dar la espalda al placer. 



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