Religión
El nivel de exigencia marca el devenir de las personas. Algunos son tan exigentes que solo pueden abordar una vida de rutinas sencillas: orden en las comidas, gusto en el vestir, problemas para dormir. En su caso más extremo, la exigencia de orden es tal que solo admiten una única adicción, por lo general a cualquier droga dura, de forma que lo cotidiano se simplifique en una rueda de satisfacción y abstinencia. Por el contrario, los menos exigentes se contentan con, una vez cubiertas las necesidades primarias, acumular cuanto más dinero les sea posible.
Otros cavan en su interior, contándose una y otra vez versiones del mismo cuento, interpretaciones del vacío buscado un propósito en lo indiferente.
Quieren pensar que llevan la luz a donde tan solo transitan ondas.
El mensaje. Cómo invertir tanto tiempo para uno solo, del mismo modo que el universo viene haciendo desde la noche de los tiempos. No existiríamos sin la figura del receptor; incluso sabiendo que este solo existe en el futuro. El mensaje es el tiempo hecho símbolo.
Nada nuevo, por otro lado. El tiempo es la interpretación del presente continuo.
La vida es su texto. Dios se lee. Necesitamos creer que alguien corrige.
Disfruta con vehemencia del placer de la moderación.
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