Humor cuñado
Alguien me ha pedido que escriba sin metáforas, con oraciones sencillas. Cómo explicar que soy un ser triste y huidizo, asustado de lo que vendrá. Que la intuición me guía delante, y siguiéndola la emoción, siempre antes de la razón. Que siento mucho, o eso creo: oído, olfato y ya menos vista. Que de tanto sentir me rompí hace tiempo, perdón por la metáfora. Lo bueno de no ver es que sin gafas no tengo que interpretar, siento descanso, como la belleza marchita que ya no despierta admiración, a su manera también descansa. Otra metáfora. Escucho a otros en sus libros y en la música me leo. Que todavía recuerdo cuando con cinco años salía de clase corriendo y gritando al recreo. Que todavía soy ese, más o menos, pero cansado. Que casi puedo tocar los recuerdos, están ahí, pero tan lejos, marchándose. El presente se me precipita, siempre una sorpresa que emerge. No tengo interés en convencerte, pero si vienes a mí te daré mis razones, por si te son de ayuda. Poco puedo hacer por explicar, voy a cuestas conmigo mismo, y otra metáfora que se me escapó. Te diré que todo está dicho y, sin embargo, siempre hay una primera vez, incluso de viejo, redescubres. La experiencia es una lente que gradúa los colores. Cómo escribir sin metáforas si no sé ni lo que digo, si soy real o si lo que siento merece ser escrito, si no creo en nada, si para mí todo es autorreferencial representación, si mi biografía es una metáfora de que hubo alguien fingiendo ser yo. Soy un cuadro de Edward Hooper guardado en una habitación oscura, una trama de James Slater, pero sin interés.
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