Pobre Albert.
El sentido metafísico final es una broma infinita de mal gusto: la existencia, en su megalómana voluntad, ha llegado con la paciencia de quien sin prisas descansa en la espera de una representación de la evolución cuyo único sentido es la consciencia de un eterno presente nihilista. Dios no juega a los dados, Dios es un ludópata en Las Vegas. Los mitos de las instituciones, las creencias, el mito de la historia, como si estuviera ahí, aguardando, protegiendo o apoyando. El poder es el mito de inclinar el plano del presente con la ilusión de que el pasado recordado fue nuestro. La verdadera historia no está escrita y no puede ser recordada, se esconde callada. El resto es el ridículo. Lo que se siente al ver una foto de la juventud, el pudor de la vergüenza ajena de haber creído tener razón en la ignorancia de un momento presente que desconoce el resultado posterior.