Íntimo y transferible.
Como un Salieri de pacotilla, consciente de su mediocridad como creador de pensamientos en comparación con el infinito encadenamiento biológico, había renunciado a la banalidad de los actos sociales, para recluyéndose en rutinas contemplativas, saborear el inocuo presente atento, que a su vez le protegía envolviéndole en su inerte indiferencia. Lo que aparentemente diferencia a los humanos del resto de la naturaleza es su pedante suposición de ser los únicos en anticipar su transitoria temporalidad e inflar una ansiedad evolutiva cultural.